Hace unas semanas se reunieron en Barcelona un centenar de médicos, cirujanos plásticos y ginecólogos principalmente, en unas jornadas dedicadas a las técnicas más novedosas de la ginecoestética. Tuvieron que cerrar la inscripción una semana antes porque no cabían más en la sala de la Teknon. Pleno absoluto. La demanda está creciendo mucho. A falta de datos seguros en España, una referencia norteamericana: “Las labioplastias, el recorte de los labios menores de la vulva, ha crecido en Estados Unidos un 45% en sólo un año”, apunta el director de las jornadas, Javier del Pozo.
¿Recorte de labios? Sin el lenguaje clínico recuerda a aberrantes mutilaciones que se combaten desde el mundo occidental. Pero no es el caso. Es una corrección estética. Meramente estética. En busca de unos genitales femeninos con los que verse mejor.
“La mayoría de las mujeres que piden una labioplastia quieren tener unos labios más pequeños. A veces les molesta con el sillín de la bici o les disgusta que sean desiguales. Pero al margen de quienes quieren corregir una disparidad muy exagerada que quizás acompleje, el modelo preferido es el de unos labios que formen una línea. Minimalistas”, explica Javier del Pozo, ginecólogo experto en laparoscopia y en cirugía del suelo pélvico de la Teknon.
Ese deseo de pubis limpio, lineal, ¿infantil? coincide en el tiempo con la extensión de la costumbre de depilarse totalmente o casi. Los genitales dejan de ser algo protegido por el vello para verse en detalle. La anatomía desvelada tiene una gran variedad de formatos, como las orejas, los ojos, las narices o las manos, pero la desnudez le añade un problema que con el pelo casi no existía: ¿son bonitos?
“Sorprende que una sociedad teóricamente tan libre y con una sexualidad tan gratificante nos vayamos poniendo cada vez más normas, que en lugar de tender hacia la diversidad, lo hagamos hacia la homogeneización”, reflexiona Francisca Molero, ginecóloga, sexóloga y presidenta de la Federación Española de Sociedades de Sexología. “Los genitales exteriores de las mujeres no sólo son muy diversos, sino que van cambiando a lo largo de la vida. Como la mentalidad”.
La demanda de labioplastias ha crecido un 45% en un año en Estados Unidos
Pero la coincidencia de un modelo infantilizado, blanco (también se solicitan blanqueos de la piel), sin nada que sobresalga en las peticiones de estética genital sugiere unas referencias comunes. “El porno”, aclara Javier del Pozo.
“A los hombres les pasa también cada vez más”, asegura Francisca Molero. “Se comparan con el porno y son patrones no reales. Tenemos una educación sexual, aparte de lo que se explica en la escuela, basada sobre todo en el porno. Y eso tiene repercusiones”. Habla de las expectativas mal identificadas de muchas de las personas que demandan intervenciones estéticas en sus genitales. De la posibilidad de que uno deposite en esas modificaciones una solución a sus dificultades sexuales, sean las que sean, “y que una corrección estética no va a solucionar. Los profesionales tenemos que hacer hincapié en el conocimiento de esas expectativas y en una buena información sobre lo que una operación soluciona y lo que no”.
El modelo
Un aspecto lineal, minimalista e infantil basado en las imágenes del porno
La labioplastia con láser es una de las intervenciones más frecuentes en estética genital. No tanto como en su día fueron las prótesis de mama, pero crece a buen ritmo. “La oferta también influye”, apunta la sexóloga. “Nos llegan peticiones más radicales que la labioplastia, con engrosamiento de labios mayores, reducción del capuchón del clítoris…”, apunta Javier del Pozo. También el borrado de cicatrices producidas en los partos. “La gente se mira mucho más. Y le importa más lo que se ve. Y llama la atención lo poco presente que tenemos la realidad. Mira el mural del artista británico Jamie McCartney hecho con el modelo en yeso de cientos de pubis femeninos, todos diferentes”, dice el cirujano.
En su centro detectan a la vez otro fenómeno no tanto estético como de mejora de la sexualidad que se extiende de la mano de hallazgos técnicos, como la utilización de láser para la estimulación del tono muscular y del epitelio de las paredes vaginales, “muy útil cuando está contraindicado un tratamiento hormonal”, apunta el experto. Sin heridas y a mejor precio que una cirugía, personas con problemas que no llegan a considerarse patológicos acuden a las clínicas: pérdidas de orina leves, amplitud vaginal por los partos o adelgazamiento y sequedad en las paredes tras la menopausia. Problemas que lógicamente no afectan a la totalidad e las mujeres que han parido o entran en la menopausia, “pero que cuando existen sí inciden en la calidad de vida y en sus relaciones”.
Después de los 40
El cambio de pareja y las pérdidas de orina promueven más intervenciones
Ahí están los desencadenantes principales: pérdidas de orina y nuevas parejas. A veces, las dos a la vez. En el caso de las incontinencias (hay muchos grados y con soluciones distintas), son problemas, en general, poco tenidos en cuenta por los ginecólogos, “que a menudo se han volcado más en la obstetricia que en la menopausia”, admite el ginecólogo de la Teknon. Y una nueva pareja pone sobre la mesa la calidad de las sensaciones.
“Para un sexo satisfactorio has de dejarte llevar. Si hay escapes, estás controlando, contrayendo. No es lo mejor, desde luego. Pero las reestructuraciones vaginales para mejorar la laxitud, la sequedad, para mejorar el sexo, coinciden con la madurez de una generación de mujeres que reclamó los anticonceptivos y tomó las riendas de su reproducción. Y de su sexualidad”, apunta Molero. “El sexo no se acaba a los 40, ni a los 70, pero una sexualidad madura no requiere unos genitales infantiles. Es muy contradictorio”.
Los especialistas alertan frente a las expectativas sexuales irreales
“Hay una amplia gama de tratamientos. Lo fundamental es un correcto diagnóstico y detectar los problemas que se pueden esconder ante una demanda de estética genital o tras una amplitud vaginal”, afirma Javier del Pozo. En la misma línea, Francisca Molero advierte del peligro de que “no hayamos aprendido nada de lo que pasó con las operaciones para agrandar el pecho. Porque cuando una persona te viene porque no se gusta, porque no se parece a lo que considera la normalidad, lo responsable es ¿trabajar eso o darle lo que quiere?”.
Labioplastia
“No me gustaba, ahora lo veo todo recogido”
Laura, 27 años, se ha hecho una labioplastia. “Me lo veía feo. Un labio más grande que otro, esa piel colgando que no servía para nada”.
La depilación del pubis le reveló esa realidad que no le gustaba. “No me depilo totalmente, dejo una línea de vello, por las infecciones”. Pero asegura que ese labio demasiado grande le resulta desagradable de siempre. “Si montas en bici, te molesta; pero verlo en la ducha, también. Te lo ves antiestético. No, nunca nadie me había dicho nada sobre su aspecto. Tampoco tenía una idea concreta de cómo debía ser. Sólo quería dejar de ver esa piel colgando”.
Esa desigualdad en los labios menores de su vulva ha quedado corregida: “La doctora te aconseja por dónde recortar y con un espejito te muestra el trozo, marcado con un boli, que te quitará. Al principio te lo ves inflamado. Te lo hacen con anestesia local. Durante la primera semana escuece, pica. Por los puntos. Trabajo sentada y durante una semana fue molesto, notabas el corte de los dos labios de arriba abajo. Al mes ya tuve relaciones sexuales sin ningún problema”.
La madre de una amiga sabía que se podía hacer este tipo de operaciones y le pasó el teléfono de un ginecólogo. Y llamó. “Pero no se lo he explicado a nadie, ni conozco a nadie que se lo haya hecho. Mira, una operación de nariz se ve. Esto, no, así que no has de contarlo a nadie. No me he planteado retocar la nariz, quizá perdiera personalidad. Tampoco el pecho. Tengo poco, pero me dan tanto miedo los problemas que pueden aparecer. Hay buenos sujetadores”.
¿Caro? “No tanto. Estoy contenta. No me sentía a gusto. Ahora lo veo todo recogido”
Refuerzo de la vagina
“Lo vas dejando… Hasta que tienes otra pareja”
E.A., 45 años, enfermera, tres partos, jugadora de fútbol. Se hizo una intervención con láser intravaginal para resolver un claro problema funcional: tenía pérdidas de orina cuando se ponía a correr, “unas gotitas”, y cada vez aguantaba menos sin ir a toda velocidad al lavabo en plena sesión de trabajo. “Había probado rehabilitación de suelo pélvico, bolas chinas, pero no conseguía mejorar. Y me sentía abierta”.
La laxitud de su musculatura vaginal relacionada con los partos –“es lo normal, lo veo en las pacientes”– le creaba otro problema que también tuvo en cuenta a la hora de decidirse por la intervención: “Tenía una nueva pareja y me sentía abierta; no notas nada, no tienes el placer de antes”.
El objetivo de las dos sesiones de láser en el interior de la vagina es mejorar la elasticidad y la hidratación de las paredes vaginales. “Con la primera sesión notas el cierre durante los primeros días, lo notas en las relaciones y a la hora de ir al baño. Pero luego se pierde. Con la segunda, que me hicieron un mes después, el efecto perdura. Al mes notaba más cierre, a los cuatro meses mejoras en el control de la orina: al correr ya no se escapa. Tengo el suelo pélvico más fuerte y consigo contraer más fácilmente todo, también el clítoris”.
“El deporte es el que te da la señal de que algo no va bien”, asegura E. A. “El sexo, a menudo, si sigues con tu pareja de siempre, es más rutinario. Te das menos cuenta, sabes que el problema existe, pero lo vas dejando. Una nueva pareja te incita a querer sentir más y sentirte mejor”.
Cree que en su caso ha sido un cambio radical
Láser por incontinencia leve
“Me dijo que tras dos partos tener escapes era normal”
Marta, 50 años, dos partos hace 12 y 10 años, deportista, decidió someterse a sesiones de láser intravaginal por “la enorme inquietud e inseguridad que te produce perder unas gotas de orina cada vez que toses o que estornudas. Lo comenté con mi ginecólogo y me dijo que claro, que después de dos partos era lo normal, qué quieres”.
El punto de inflexión en su aceptación de la realidad fue el día que se subió a una colchoneta elástica a dar saltos y mostrar su buena forma física “y tuve que bajarme enseguida porque se me escapaba”.
También reconoce que se sentía muy abierta, “ancha”, a la hora de las relaciones sexuales. “Todo dado de sí”.
Empezó a mirar por internet, porque este es un tema difícil, delicado de hablar. “Es algo asociado a ser mayores. Yo trabajo, hago deporte, tengo dos hijos. ¡No paro! Y en cambio, estaba sujeta a los salvaslip, los picores, la irritación”.
Analizó la información que encontró en las redes y pidió cita. En la exploración le explicaron que su tipo de incontinencia era suficientemente ligera como para que estuviera indicada una intervención con láser intravaginal y se operó hace ocho meses. “Al principio parecía que no me había hecho nada”. Después de la segunda sesión empezó a notar resultados.
“Cuando toso no se escapa nada. Buf”.
Marta cree que siente una mejora en sus sensaciones sexuales, “estoy más fuerte, menos abierta”.
Su mayor crítica es al hecho de que los médicos que consultó previamente dieran por asumido ese estado de laxitud y esas pérdidas de orina. “Te limitan mucho”
Sin cirugía
Retensar los tejidos íntimos
El uso del láser intravaginal suple en parte intervenciones quirúrgicas para la mejora de la amplitud vaginal y para casos de incontinencia leves. Según algunas publicaciones médicas, el láser produce un efecto térmico que provoca un aumento de la producción de colágeno en las paredes de la vagina. El resultado previsto es una mejora de la elasticidad, de la hidratación y un engrosamiento que estrecha la vagina, pero sobre el efecto frente a la incontinencia los resultados son moderados y “requieren más estudios”.
Fuente: lavanguardia.com