Este tipo de operaciones ocupan el puesto número 14 en el ránking de popularidad.
No son las rinoplastias, ni las liposucciones, ni el aumento de mamas lo que llama la atención del informe de la situación de la cirugía estética en España correspondiente a 2014, publicado por la Asociación Española de Cirugía Plástica, Reparadora y Estética (Secpre). En él se recogen las operaciones realizadas el año anterior y, hojeando las páginas del mismo, aparece un dato que suscita curiosidad y un cierto nivel de morbo, porque incluye un nuevo apartado que indica otra razón por la que las españolas entran en quirófano: la cirugía genital o íntima, “aquella que comprende un grupo de intervenciones encaminadas a mejorar estéticamente o corregir alteraciones relacionadas con el aparato genital femenino”, aclara Antonio de la Fuente, jefe de la Unidad de Cirugía Plástica del Hospital Ruber Internacional y director del departamento de cirugía de la clínica que lleva su nombre. El secretario general de la Secpre, César Casado Sánchez, concreta que una clase de intervenciones específicas “comienzan a ser objeto de estudio cuando empiezan a darse con cierta frecuencia. Entonces cuentan para las estadísticas. Este tipo de operaciones existe y se hace cada vez en mayor número”. Que se incluyan en los informes no es pues tan curioso; aunque lo que sí sorprende más, según declara el doctor, “es que las pacientes llegan a la consulta hablando del tema con naturalidad; de hecho, con bastante más de la que cabría esperar”.
Los números son aún tímidos pero determinan, claramente, una tendencia al alza. Casi mil fueron las cirugías genitales que se llevaron a cabo en 2013, un 1,5% de las totales, que se quedan perdidas en la nada para el común de los mortales si se las compara con las más de 16.000 de aumento de mamas (40,5%), o las 4.300 rinoplastias, pero que los expertos en la materia consideran reseñables. ¿Cuáles son las razones de esta proliferación? Antonio de la Fuente comenta que puede ser debido a un mayor conocimiento a través de los medios y al incremento de comunicaciones, cursos y ponencias en congresos. Si bien dado su carácter íntimo sigue habiendo reticencias por parte de un número de pacientes a abordar un tema que en muchos casos les preocupa desde hace tiempo (no solo desde el punto de vista psíquico, sino también ocasionalmente físico, cuando se trata de vestir determinadas prendas o de mantener relaciones sexuales), ahora es algo que se ha vuelto más común». Eso sí, el especialista también recuerda que por causas “en su mayoría funcionales, estas operaciones se practican desde hace varias décadas”. La diferencia es que cada vez se realizan más por motivos puramente estéticos. Si antaño creaban complejos unas orejas prominentes, una nariz exagerada, una boca poco definida, un tamaño del busto llamativo por exceso o por defecto o unas curvas demasiado marcadas, hoy es el aspecto de la zona genital el que lleva a que surjan complejos e inseguridades. Hasta tal punto que es más demandada que otras más tradicionales como los ‘liftings’ de brazos y muslos y los retoques del mentón.
La mitad de las mujeres que pasan por quirófano, según el citado estudio de la Secpre, es menor de 30 años. “Las jóvenes acuden a la consulta por una cuestión de inseguridad. Es la época en la que mantienen sus primeras relaciones sexuales, empiezan a utilizar prendas cada vez más ajustadas…”, explica Casado Sánchez.
Otros factores que han aumentado la popularidad de esta cirugía son: la depilación del vello púbico (desde la integral hasta las que decoran la zona con motivos, dibujos o siluetas), que hace que los atributos femeninos estén más expuestos, y de la que se habla sin ningún tipo de secretismo. Pero también la moda influye, las prendas son “cada vez son más ajustadas, los ‘leggings’ sirven de ejemplo…”, resalta. Por otra parte, el estilo de vida saludable, la práctica deportiva asidua tiene que ver, puesto que ciertas anomalías vaginales ocasionan molestias. “Las mujeres disponen de mucha información antes de acudir a la consulta. Hasta hace poco se consideraba un tema tabú. A veces también por desconocimiento de que existía solución”, aclara de la Fuente. Levantar las barreras y hablar del tema con cierta laxitud ha llevado a que pacientes de otro rango de edad (a partir de los 40) se atrevan por fin a solucionar problemas tanto estéticos como funcionales («en mayores de 50 años se practican por una cuestión de comodidad y para mejorar el bienestar tras la menopausia y los partos”, matiza Casado Sánchez).
Las intervenciones más demandadas a nivel estético son la reducción de labios menores hipertrofiados, las denominadas ninfoplastias; la remodelación de los labios mayores, bien para reducir el exceso de piel o el tejido adiposo o, por el contrario, aumentarlo (con injertos de grasa autóloga o lipofilling), y la liposucción del monte de Venus, la zona situada por encima del pubis, que puede presentar un exceso de grasa, descolgamiento o flacidez. Pero hay otras opciones que no requieren pasar por el quirófano. Y he aquí otro motivo que ha ayudado a la popularización y a que se hable del tema. Los nuevos prototipos de láseres y técnicas de medicina estética ofrecen soluciones para la zona vulvo-vaginal que antes solo llegaban poniéndose obligatoriamente en las manos de un cirujano. Juan José Escribano, especialista en ginecología y jefe de la unidad de ginecoestética de IML afirma que son tratamientos “simples de realizar, sin un período de recuperación largo y mucho más fáciles de asumir que la cirugía”
Fuente: elmundo.es
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